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Video y televisión

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El camarógrafo Paco Ramírez y el director Jorge Mario Betancur en una grabación de Muchachos a lo bien. Archivo Histórico Corporación Región, Universidad Nacional de Colombia.

Muchachos a lo bien se empezó a emitir el sábado 12 de noviembre de 1994 a las once de la mañana por Teleantioquia. Ese día compitió con “Extraterrestres en apuros” por la Cadena Uno y con “El correcaminos” por el Canal A.

Siempre “la más”, al iniciar la década del noventa Medellín era “la más violenta del mundo”, “el valle de dum dum”, “Metrallo”, “la ciudad de la eterna balacera”.

Veracruz TV Cable ofrecía la suscripción a canales internacionales vía satélite para unos cuantos, pero la mayoría de televidentes solo podía recibir la señal de tres canales de televisión nacional y el canal regional a través de ondas electromagnéticas.

Ese mismo año empezó a operar Internet en Colombia y se realizó la primera llamada por teléfono celular en el país. A finales del siglo XX y se anunciaba una nueva era tecnológica en la que el mundo del video y la televisión serían digitales, aunque todavía las máquinas de cintas magnéticas dominaban la producción audiovisual.

El magnetoscopio, conocido en el ámbito profesional como VTR y en el doméstico como videograbadora, permitió que se pudieran emitir por televisión programas pregrabados y películas transferidas de cine a video. Con dos aparatos, un reproductor y un grabador, no solo se podían copiar videograbaciones, sino que se podían editar, darles un orden distinto, editarlas, manipularlas electrónicamente y explorar nuevas formas de expresión artística sin necesidad de los costosos e inciertos procesos de revelado que requería la posproducción fotoquímica del cine.

En los años ochenta la tecnología del video revolucionó el acceso a los medios audiovisuales. En las facultades de artes y comunicaciones profesores y estudiantes empezaron a experimentar con las cámaras. Televisores enjaulados, con cuernos y con las tripas por fuera, hicieron parte de video instalaciones de artistas. Realizadores antioqueños exhibieron sus trabajos en bienales de videoarte programados por el Museo de Arte Moderno de Medellín desde 1986.

Ingenieros, comunicadores, educadores, empresarios y políticos coincidieron en la formulación de un plan de televisión para Antioquia y pronto se crearon en la ciudad productoras de video institucionales, comerciales e independientes que nutrieron la programación del canal regional. Teleantioquia comenzó a emitir en 1985 con “Manrique mi viejo barrio” y “Que pase el aserrador”, dos trabajos en video de los cineastas Diego García Moreno y Víctor Gaviria, respectivamente.

El canal regional intentaba proponer una televisión distinta, con el acento, los colores y la gente local, para competirle a las novelas y dramatizados que ofrecían los canales nacionales. Programadoras como Iris Producciones y productoras como Tiempos modernos le apostaron al documental y directores como Juan Guillermo Arredondo, Juan Carlos Orrego, Jorge Mario Álvarez, Juan Guillermo Garcés y Víctor Gaviria empezaron a observar la región y sus fronteras a través del lente del video.

Las tiendas de video se popularizaban, los cines barriales comenzaban a cerrar y poco a poco llegaban nuevos televisores más baratos. La televisión se convertía en un medio realmente masivo y las facultades de comunicación graduaban las primeras generaciones de realizadores audiovisuales de Antioquia.

Entre tanto la ciudad explotaba y el país ardía. El noticiero mostró el cuerpo de Héctor Abad Gómez tendido en el piso ensangrentado y las ruinas que dejó la bomba al periódico El Colombiano, Beatriz Bermúdez y Carlos Bernal denunciaron la masacre de Segovia en el documental “Fue anunciada”, Víctor Gaviria realizó “Rodrigo D no futuro” y Pablo Escobar se volvió protagonista de los noticieros y de las propagandas que ofrecían recompensa por su captura.

La Corporación Región apostó por la producción de video con los documentales “Conflicto social y guerra sucia” (1988) y “Medallo del Alma” (1989) dirigidos por Alonso Salazar. Poco después participa en la realización de Arriba mi barrio, que se acerca a las culturas populares y promueve nuevos imaginarios de ciudad adaptados a los valores democráticos pregonados por la Constitución de 1991.

Toda la experiencia y sensibilidad acumuladas en una década de producción de video y televisión en Medellín convergen en el programa Muchachos a lo bien, que constituye una mirada complementaria a la crudeza del noticiero y el desencanto de Rodrigo D. Más de treinta realizadores con diferentes perspectivas y estilos, algunos más experimentados y creativos que otros, compusieron un registro audiovisual que capturó en cintas magnéticas de video los ritmos de la vida urbana, las estéticas, paisajes y musicalidades de una época.


Tres décadas después, con un viejo VTR conectado a una tarjeta de video que decodifica señales analógicas de video convirtiéndolas al lenguaje de unos y ceros, los videocasetes que guardan la memoria detenida en el tiempo de Muchachos a lo bien se transforman en videos digitales.

La memoria audiovisual transita de lo analógico a lo digital y desde las pantallas planas de los computadores, de los teléfonos móviles y los televisores táctiles, a través de las redes de internet y el lenguaje de la web, nos acercamos a las formas de hacer televisión y mirar la ciudad efímera que se veía en las pantallas curvas y cuadradas de los televisores de los noventa.


Un programa de
televisión juvenil

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Jorge Mario Betancur en la sala de edición (1993). Archivo Histórico Corporación Región, Universidad Nacional de Colombia.

A principios de la década de 1990 en el equipo de comunicaciones de la Corporación Región se empezó a gestar un proyecto de televisión que se planteaba como objetivo principal fortalecer los procesos de organización y participación de los jóvenes de Medellín.

En un contexto en el que el sicario acaparaba las representaciones mediáticas sobre la juventud y el cine regional ponía en escena el desencanto del no futuro, el proyecto de televisión de Región proponía poner en primer plano las estrategias de los jóvenes para sobrevivir a la barbarie y los procesos de movilización social que buscaban cambiar la historia de la ciudad.

La propuesta, que se enmarcaba en el proyecto de comunicación masiva para la democracia y la participación, pretendía transformar la televisión cultural y educativa cautivando a las grandes audiencias con un lenguaje televisivo que fuera cercano a la vida cotidiana y a las estéticas de las culturas populares, en un formato en el que los jóvenes pudieran expresarse y ser protagonistas.

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Grabación del piloto del programa “A lo bien”, presentado por Alonso Salazar (1993). Archivo Histórico Corporación Región, Universidad Nacional de Colombia.

Jorge Mario Betancur lo había titulado “El parche” o “Sabor Tv” y se lo había imaginado como una “tele - revista” conducida por un presentador carismático en estudio, o emitido desde distintos puntos de la ciudad, que incluía secciones como crónicas urbanas, presentaciones de grupos musicales, consultas de opinión callejeras, concursos, videos caseros y llamadas telefónicas para hablar con los jóvenes televidentes en directo.

El piloto de “A lo bien” dirigido por Betancur se grabó en los estudios de Cosmovisión a mediados de 1993, presentado por Alonso Salazar y Sergio Valencia, más conocido como Maruja.

Pero un año después de la realización del piloto el programa se encontraba en etapa de rediseño, pues el formato ensayado como un talk-show de adultos evidenció que la presencia de los jóvenes en estudio y su participación en la preproducción no los hacía protagonistas.

Fue en la búsqueda de un socio para producir el programa y en el encuentro con Fundación Social que el proyecto se reestructuró en 1994 como una serie de documentales realizados por diferentes directores, articulados por una unidad temática y conceptual, que profundizaría en las diferentes subculturas juveniles a través de historias de vida. Con este enfoque el proyecto de televisión se transformó en “Muchachos a lo bien”.

En octubre de 1994 Región y Fundación Social firmaron el convenio para realización conjunta del programa en el que cada entidad se comprometía a producir y financiar ocho documentales que empezarían a ser emitidos en noviembre por Teleantioquia. Fue el principio de una alianza que duró hasta 1996, en la que ambas entidades produjeron un centenar de programas divididos en tres series temáticas: respeto por la diferencia, formas de participación juvenil y ética para la democracia. Una cuarta y última temporada, que tuvo como tema central los derechos humanos, fue producida en solitario por Fundación Social en 1997.

Lejos de las improvisaciones de la televisión en directo, de los afanes de la televisión comercial y de los enfoques propagandísticos del documental por encargo, la primera serie de Muchachos a lo bien consolidó el programa como un espacio en el que técnicos y realizadores locales pudieron hacer televisión de manera profesional y rodar a lo bien con un modelo de producción que destacó por la rigurosidad en la investigación y la libertad creativa que tuvieron los realizadores de cada capítulo para experimentar con diferentes recursos narrativos desde distintas perspectivas para constituir una mirada caleidoscópica de la juventud y la ciudad.

El equipo de producción estaba encabezado por un comité directivo conformado por los directores de los equipos de comunicaciones de las entidades productoras, quienes se encargaron del diseño conceptual de la serie y la producción ejecutiva, así como de cuidar que los contenidos y la calidad técnica cumplieran con los criterios generales de la serie. De acuerdo a la temática y el enfoque de cada temporada, en el diseño conceptual se planteaba también como debería ser el tratamiento a nivel formal y en ese sentido, entre una serie y otra se fueron transformando también el modelo de producción y el formato.


Rodando a lo bien



Muchachos a lo bien ha sido la oportunidad para que por lo menos unos treinta realizadores antioqueños pudiéramos hacer casi que por primera vez un documental de manera profesional y con unas condiciones de trabajo bastante aceptables. Como es poco usual en nuestro medio, el director podía gastarse varios meses en la preproducción con la ayuda de su asistente de dirección. La producción duraba tres días y la posproducción otros tres, para sacar un capítulo de media hora, lo que para una programadora comercial regional puede ser una exageración. En el equipo de grabación había un director de fotografía y dos asistentes, un script, un productor y un camarógrafo, con su asistente, lo que ha permitido que la serie tenga la suficiente calidad para mostrarla en otros canales regionales como Telepacífico y en uno de los canales regionales”

Carlos César Arbeláez, “Premio especial del jurado. Bien por ¡A lo bien!. El Mundo, marzo 22 de 1997.