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Por: Danilo Quintana Herrera

Publicado en Noticias Sede Medellin, 9 de octubre del 2020

 

Expediente 2361: Sumario por el robo continuado del negro Javier Loaiza

Lee la transcrippción del expediente aquí

Javier, el negro Loaiza, un habitante de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria, fue conocido en los albores del siglo XIX como un ladrón recurrente, un pícaro con recorrido, un bandido de pueblo. Con su nombre hay tres expedientes en el Archivo Judicial de Medellín, el que relataremos a continuación es el 2361, sumario por robo continuo.

¿Quién se robó la sal? 

Cuando don Nicolás de Ochoa encontró el cerrojo de la pieza quebrado, supo de inmediato que algo no andaba bien. Al mirar dentro, notó la ausencia de unas arrobas de sal, vitales para el desarrollo de las actividades de su finca.

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Haciéndole caso a sus sospechas se dirigió hacia el monte en compañía de varios de sus trabajadores, y a mitad de camino, no muy lejos de sus predios encontró gran parte de la sal robada camuflada entre la maleza:

-Menos mal las encontramos Don Nicolás
-Si, pero las vamos a dejar ahí
-¿Y eso por qué patrón?
-Para coger al ladrón, que vendrá por ella en cualquier momento. Ustedes se van a quedar hasta que anochezca, y si aparece, me lo traen para darle su merecido.


Entrada la noche, al lugar llegó el negro Loaiza, y sin perderlo de vista, ambos trabajadores se abalanzan sobre él, capturándolo y llevándolo a casa de Nicolás de Ochoa para que él lo entregara a las autoridades al amanecer

Encerrado, Javier Loaiza contemplaba sus posibilidades, ser capturado por la policía no solo implicaba ir a la cárcel sino también recibir azotes y ser separado de sus negras queridas, de sus muchas amantes. Antes del amanecer, y sin pensarlo dos veces, logró fugarse, rompiendo una ventana y corriendo monte abajo.

Prófugo y buscado

El 24 de junio de 1804 Don Nicolás de Ochoa decide poner la denuncia por el robo y el escape del negro Loaiza, quién ya era bastante conocido por las autoridades de la época por sus anteriores delitos en la localidad.

Abierta esta nueva denuncia, procedieron a llamar algunos testigos, qué sin dudarlo dos veces, delataban a Loaiza, como el caso de Miguel Velázquez, vecino:

“Se y he oído que el negro Loaiza desde su tierna infancia es ladrón publico en el vecindario y que tanto roba cerdos, gallinas, alhajas, ropas y hortalizas. Y que solo se logrará alguna quietud en los vecindarios cuando este esté preso”.

Otro testigo, Diego Porras aseguró que el implicado robaba por un motivo específico: “es público las muchas denuncias seguidas a este reo tanto por muchos concubinatos que ha mantenido sosteniendo concubinas a fuerza de robos en el vecindario”.

En las declaratorias, Miguel María Ramírez, vecino de la Villa afirmó que:
"Los señores jueces año por año le persiguen y cuando este se haya preso suelen tener alguna quietud los vecinos, pero luego el negro descala las cárceles, se escapa y siguen los robos, y daños”.

Capturado con las manos en la masa


Días después de la denuncia por el robo de la sal, cerca de la Villa en el paraje Las Playas, el alcalde del partido de Guayabal, Diego Montoya, encontró al negro Loaiza con nada más y nada menos que tres gallinas, dos camisas y medio bulto de maíz.

Luego de un forcejeo intenso con el prófugo, el alcalde y sus hombres logran capturarlo y hacerlo confesar, que lo que llevaba lo había robado la noche anterior en la casa de don Josep Escobar.

“El escurridizo Loaiza una vez más es llevado a la comisaría, donde días después rindió declaratoria negando ser el autor del robo de la sal:

-Yo iba pasando por el arado de las madres monjas cuando vi unos bultos y pasé cerca a mirar, cuando de la nada salieron los peones de don Nicolás de Ochoa y me amarraron y me llevaron para la casa de él.

-¿Sabe entonces quién robó la sal?
-Si, Leandro y Vicente Ortiz. Hace dos meses que estos dos sujetos me convidaron a que fuera a robarle la sal a don Nicolas pero yo dije que no.

-¿Cómo se voló de la casa de Don Nicolás?
-Dos negros que me cuidaban me ayudarona soltar y a quitar un balaustre de una ventana.

Pese a que muchos vecinos declararon en contra del negro Loaiza, la justicia en su deber, llamó a declarar a los hermanos Ortiz, que negaron rotundamente las declaraciones en su contra.

Arrepentido, preso y sin mayor alternativa, el negro Loaiza pidió perdón a los hermanos, asegurando qué:

-Los habia inputado porque la noche que me tenian preso en casa de Don Nicolas de Ochoa y me soltaron los dos negros que serbian de guarda, me aconsejaron que si le preguntaban de los robos metiera a los Ortices [sic].

Una sentencia sin condenado


Sin mucho más que alegar a su favor, el 18 de julio de 1804 la justicia de la Villa de la Candelaria ordenó el traslado de Loaiza a la cárcel de Cartagena, donde debía pagar una condena de 10 años de prisión, no sin antes recibir “doscientos azotes de pública vergüenza”.

Las semanas pasaban y el traslado no se hacía efectivo, y pese al claro veredicto, y la culpabilidad asumida, el negro Loaiza, el llamado bandido y forajido todavía no estaba listo para pagar sus culpas. Y así como a los esclavos la vida les robó su libertad, él seguiría robando sin importar donde lo retuvieran.