Por: Sandra Milena Agudelo
Publicado en Noticias Sede Medellin, 16 de octubre del 2020
Tres heridas con arma cortante causadas a Pedro Pulgarín, fue lo que denunció Emiliano Amaya, el 22 de marzo de 1885 en la inspección de policía “La Granja”.
“Se le acercó a Santos Arango comisario también de esta oficina y le manifestó que Pedro Pulgarín estaba herido” (sic)
Todo comenzó cuando Pedro Pulgarín, quiso comprar unos tragos en casa de los esposos Domingo Amaya y María Clara Álvarez, y sin que Domingo estuviera, se puso a tomar hasta quedar completamente embriagado.
“Cuando este (Amaya) lo encontró allí se le acercó con un cuchillo y le causó tres heridas y un pequeño rasgón”(sic) declaró Pedro Pulgarín.
Pedro Pulgarín herido, salió de la casa de Domingo Amaya y se dirigió a la de su suegro. La policía llegó para tomar su declaración y junto con unos peritos determinaron la gravedad de las heridas y el tiempo de incapacidad que esto podría causarle.
“…Hallaron al herido con tres heridas, una en el pecho al lado izquierdo que tiene como dos pulgadas de profundidad y anchura como una pulgada; la otra está en el homoplato izquierdo como un cuarto de pulgada de profundidad y de ancho media pulgada y de largo una pulgada; la otra está en el muslo derecho de larga de dos pulgadas, de profundidad algo mas de un cuarto, de ancho una de larga dos y una vista se encuentra el rasgoncito” (sic).
Los testigos coincidían que quien le había provocado las heridas a Pedro, había sido Domingo, sin embargo, se desconocía el verdadero motivo que llevó a Amaya a hacer ese acto.
Las declaraciones
Se citaron a las personas que pudieron haber tenido conocimiento del hecho que ocurrió dentro de la casa de Domingo Amaya, pero ninguno sabía con certeza qué era lo que había sucedido allí. Todos confirmaron que tanto Pedro Pulgarín como Domingo Amaya, eran unos buenos hombres, trabajadores y que entre ellos, no conocían ningún motivo de enemistad. Algunos testigos afirmaron que en el pasado, Pulgarín había tenido problemas por mujeres.
El señor José María Álvarez, padre de María Clara, dijo que el día en que sucedieron los hechos, como a las 7 de la noche, había escuchado que su hija lo llamaba, pero como tenía su “niñita” un poco enferma, no hizo caso y se acostó.
Por su parte, Emiliano Amaya, aseguró que Domingo tenía la costumbre de ir a su casa y que ese día estaba con él a eso de las 7 de la noche y que no había visto cómo sucedieron los hechos. Agregó que María Clara era una mujer “virtuosa, honrada, esposa fiel” (sic).
Entre las personas que llamaron a declaratoria se encontraba María Clara Álvarez, quien aseguró que en el momento que le vendió los tragos a Pedro, entró a la cocina a buscar una vela y cuando salió lo encontró en la puerta de un cuarto y éste la tomó de la mano con fuerza sin quererla soltar. En ese preciso instante entró Domingo Amaya y María Clara salió de la casa sin presenciar lo que ocurrió después.
Luego de las declaraciones, este sumario adelantado en contra de Domingo Amaya, por las presuntas heridas hechas a Pedro Pulgarín, fue despachado por el señor inspector de policía para que un juez del circuito en lo criminal lo analizara.
El señor juez, luego de examinar las declaraciones las devolvió a la inspección para que nuevamente se hicieran las aclaraciones pertinentes, con las recomendaciones de ser más explícito en la toma de la información y mejorar la redacción.
Se citan a las personas a declarar, incluso a aquellas que no son tan cercanas a los implicados con el fin de que se confirmara el comportamiento de ambos sujetos en la sociedad. Todos confirmaron que no sabían cómo habían sucedido los hechos y que Pedro Pulgarín y Domingo Amaya eran amigos íntimos.
La confesión
El 23 de abril de 1885, se presentó en la inspección de policía, el señor Domingo Amaya, que sin apremio de juramento ni justificación alguna, se le pidió declaración por los hechos ocurridos el 22 de marzo de 1885:
“Fui yo el hombre que al entrar en mi casa de habitación el día y hora indicada encontré de mi misma casa y encima de una cama mi esposa lidiando y bregando por defenderse de Pedro Pulgarín; que realmente trataba de abusar de ella deshonestamente por medio de la fuerza” (sic).
Al preguntarle si fue él quien hirió a Pulgarín esto se redactó:
“Al ver la fuerza que este hacía a su esposa para abusar de ella indignado por el atropello lo hirió y esto celoso de su amor y del respeto de su casa, pues fue algo que se merecía el inrespeto de Pulgarín a su esposa” (sic).
Domingo Amaya escuchó decir a su esposa “Soltáme pícaro”. Él indignado y celoso de lo que pudiera estar pasando en su casa, entró y preguntó que quien era ese pícaro, para lo que su esposa contestó que Pedro Pulgarín. “Encontré a mi esposa, acostada, con los pies colgados y agitada y al lado estaba Pulgarín” (sic). Y por eso, Amaya lo apuñaló varias veces, mientras que Pedro le suplicaba que no lo matara.
Sin embargo, dentro de las declaraciones de Pedro Pulgarín, éste aseguraba que desconocía el motivo por el cual Amaya lo había atacado.
“Amaya lo hirió injustamente sin el haber estado metido en nada de lo que se le acumula, pues solo fue por un aguardiente” (sic)
El día 23 de junio de 1885, dentro de estas diligencias instauradas en la inspección de policía de “La granja”, finalmente el juez del circuito en lo criminal, dispuso que Domingo Amaya podía cumplir su sentencia, por “el delito de heridas perpetrado a la persona de Pedro Pulgarín” pero podía apelar al excarcelamiento bajo fianza.
El 5 de julio de 1885, el cura Rafael María González, certificó que Domingo Amaya había muerto. No se conocen las causas, pero su muerte en este sumario deja una total incógnita.