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Notas sobre el Día de la Mujer


Por: Laura Carla Moisá Elicabide
Profesora Asociada en Dedicación Exclusiva, adscrita al Departamento de Economía.
Economista, Magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia y Doctora en Desenvolvimiento Económico de la Unicamp.

Escribir sobre un día como este exige ser repetitivo, la memoria en tiempos donde todo se desvanece en la red tiene que ser un ejercicio académico constante. Hay que recordar la incómoda frase “este día no se celebra, se conmemora”, y es necesario hacerlo en momentos donde todo se decreta y poco se argumenta, conmemorar una lucha por derechos, la cual aún no ha terminado, es casi una obligación ética y un acto parrhesista.

Una lucha que ha existido desde que se “decidió” que las mujeres teníamos un lugar secundario en la construcción de sociedad, la resistencia por mostrar lo contrario se torna un símbolo con el fatídico 25 de marzo de 1911 cuando en New York, 146 mujeres murieron calcinadas por no poder salir de su sitio de trabajo, donde lo hacían en condiciones precarias y subordinadas, este hito marca tres cualidades de las luchas por la inclusión y la equidad, el género, los derechos laborales y el tema migratorio, este último dado que muchas de ellas migrantes en el NY de principio del siglo XX.

Hitos como este los encontramos en historias escritas o contadas en todos los puntos geográficos, unos más viejos que otros. En nuestro macondiano país solo hasta la década de los años 30 las mujeres pudieron “administrar” aunque no ser propietarias, de bienes; se logró tener derecho a la educación, exactamente, solo hasta los años 30 las mujeres pudieron terminar el bachillerato y acceder a algunas carreras universitarias. En el 44, durante el gobierno de López Pumarejo, se logró ejercer cargos públicos (en el papel) y hasta el 54 pudimos tener derecho al voto y ejercerlo en las elecciones de 1957 (CNMH, 2023). Aunque muy tarde, Colombia no fue el último, hoy existen naciones donde la mujer no es considerada ciudadana, y sus derechos no pueden ser ejercidos libremente. Por eso, es una lucha que continúa.

La conquista por la elección libre de las mujeres atraviesa otros ámbitos, el derecho a elegir sobre nuestros cuerpos, el derecho a elegir un trabajo y poderlo ejercer en iguales condiciones tanto a nivel de las capacidades como de los ingresos, entre otros. Son muchos los tópicos cuando de equidad de género se habla, pero me voy a concentrar en el tema de las condiciones laborales de las mujeres en Colombia.

En el mercado laboral en Colombia las mujeres siendo más (51% de la población), participamos menos (52.4% mujeres vs. 76.5% hombres), tenemos mayor tasa de desempleo (11.6% vs. 7.8%) y menor tasa de ocupación (46.3% vs. 70.5%) que los hombres, según los datos del último trimestre del 2023 del DANE. Dentro de la fuerza de trabajo las mujeres tenemos terreno por conquistar, teniendo condiciones equitativas en el ingreso, trayectoria y salida.

En lo que tiene que ver con brechas salariales la situación es interesante, a pesar de que ha venido disminuyendo, aún para el 2021 las mujeres ganaban 6.3% menos que los hombres mensualmente, sin embargo 5.8% más si se cuenta por horas, es decir, las mujeres trabajamos menos horas que lo hombres al mes. Resalto acá que los ingresos por los cuales luchamos no superan los dos salarios mínimos legales vigentes, es decir, es un estudio de la precariedad dentro de la precariedad.

Estas brechas son mayores cuando cruzamos los datos  por dominio geográfico (28.4% entre hombres y mujeres rurales y 11% en lo urbano), por edad siendo (1.7% en la franja 25 a 34 años vs. 11.3% entre hombres y mujeres entre los 45-54 años), nivel educativo (39% entre hombres y mujeres sin estudios formales vs. 14% con nivel profesional) y autorreconocimiento étnico (20,4% negro/a, mulato/a vs. 5.9% entre hombres y mujeres que manifiestan no tener ningún autorreconocimiento étnico), según el informe sobre brecha salarial en Colombia elaborado por el DANE y la OIT (2022). Conclusión: que en el terreno de los no privilegios el caso de una mujer autorreconocida afrodescendiente, en sus treintas, sin estudios superiores y en la ruralidad está en las peores condiciones laborales, en medio de un mercado laboral con ya muy malas condiciones laborales, cabe preguntarse: ¿no es hora de hacer políticas más agresivas que disminuyan estas inequidades estructurales de nuestro país?

Sin embargo, esta punta del iceberg llamada fuerza de trabajo, esconde un mundo laboral que ha costado visualizar y que tiene aún más terreno por conquistar en cuanto a derechos de las mujeres, y hace referencia a los trabajos de cuidados no remunerados (TCNR). Esos trabajos existen pero no se cuentan, valoran ni remuneran, y los hacen en su mayoría mujeres, y representan el 19.6% del PIB nacional según las cuentas nacionales del DANE, es decir, es el sector económico que más aporta a la riqueza, aún mal medida, de Colombia.

Estos trabajos los hacen todas, pero son una carga mayor para las mujeres que no están dentro de la fuerza de trabajo y se contabiliza por horas, mientras las mujeres ocupadas dedican 6:52 horas a estos trabajos las mujeres por fuera de la fuerza laboral lo hacen 9:46 horas diarias. Y la brecha con los hombres supera el doble y alcanza al triple de horas diarias dedicadas a dichas labores de cuidados, es lo que se conoce como triple o doble jornada, estas actividades incluyen suministro de alimentos, cuidado de personas dependientes dentro del hogar, gestión del hogar, entre otras. 

Las brechas y cargas de cuidados son consecuencia de roles que han sido impuestos por razones culturales y sociales, ya que las mujeres no nacemos con un chip especial para los cuidados, así mismo, estamos ad-portas de una crisis de los cuidados consecuencia de varios factores: el envejecimiento de la población, la disminución de la tasa de natalidad, la disminución de personas profesionales y no profesionales que ejercen labores de cuidados, una crisis de ingresos tanto laborales como el acceso a pensiones, que exige tomar cartas en el asunto. Los países desarrollados que ya están viviendo dicha crisis están ofreciendo trabajos con calidad y reconocimiento para quienes quieran migrar y eso está vaciando una sociedad que no reconoce ni valora estos trabajos.

Este panorama demanda políticas activas que generen transformaciones culturales y económicas, que disminuyan las cargas que generan dificultades para ejercer autonomía económica y política para las mujeres, exige que logremos avanzar en las 5 R de los cuidados:

Reconocer que existen y son fundamentales.
Redistribuir estos trabajos entre los actores de la sociedad y los habitantes del hogar.
Reducir las horas de trabajo con diferentes estrategias que externalicen y apoyen dichos cuidados.
Recompensar estos trabajos de forma decente y permitir que puedan ser Representados en las decisiones públicas.