Hay muchas formas de escritura. Hay muchos modos de contar, de presentar y de desplegar una reflexión. A veces, es en forma de ensayo; otras, es en forma literaria; hay quien cree que el lenguaje más apropiado para lo que piensa, es el tratado o el manual, o incluso, un aforismo o un haiku. En el Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, sabemos esto, asà como somos conscientes de que un texto tiene su público privilegiado.
Si decimos que no todas las escrituras ni todos los receptores son iguales, ello, en una Facultad como la nuestra, implica que una multiplicidad, no solo regida por los compartimientos disciplinares, sino por los temas e intereses transversales, configura el universo de nuestras palabras escritas. Por eso, nos encontramos con diversas formas de escritura (allende del manido estilo personal, que, en realidad, es el intento desesperado por convencernos de que dominamos un lenguaje cuando, en realidad, son las palabras las que nos dominan), que, a su vez, tendrán diversos públicos. Según los temas, incluso según los formatos, los lectores no son los mismos. Pensando en ello, aunado con el hecho de que las nuevas tecnologÃas son territorio fértil para nuevas experiencias lectoras, es que nuestros textos se presentan o bien en forma digital o bien en forma impresa. Las revistas, por ejemplo, privilegian el formato electrónico; dado el carácter de los contenidos que allà se presentan, conviene que se conozcan pronto y que lleguen a los más interesados, no solo en el medio local, sino a nivel internacional. Entre tanto, los libros, o bien pueden ser electrónicos (con acceso gratuito o con pago) o impresos, o incluso, pueden estar en los dos formatos simultáneamente. Escoger una de las dos opciones, en buena parte, depende de varios criterios: ¿A qué público se enfoca el texto? ¿Es un público especializado que, por asuntos de distribución, puede o no acceder fácilmente al libro impreso o lo harÃa mejor, en forma digital? ¿Puede o no tener un amplio mercado dicho libro? Todas esas preguntas, no son fáciles de responder. No existe una cuadrÃcula exacta ni una fórmula mágica, para determinar qué formato conviene más a un libro. Y no existe, porque el primero que debe orientarnos en ello, es el autor; luego, el Comité Editorial también hace su diagnóstico y recomendación; y finalmente, las circunstancias que determinan el modo de publicar un texto. Este año, por ejemplo, la Universidad ha privilegiado los libros electrónicos con acceso abierto; ello, en virtud de las circunstancias que la pandemia ha generado en la vida cultural y académica, no solo de nuestro paÃs, sino del mundo entero. En el futuro, cuando todas estas circunstancias hayan cambiado, y el virus empiece a ser parte del pasado, tendremos nuevos criterios para decidir si un libro debe ir en uno u otro formato, o en los dos, al mismo tiempo: ¿La digitalización avanzará de tal modo, que el libro electrónico será una prioridad frente al impreso? ¿O, por el contrario, habrá una vuelta, a modo de reacción, a privilegiar el texto en papel? ¿Cambiarán nuestros criterios, dado el peso que las polÃticas ecológicas y ambientales, van ganando en todas partes, en buena parte porque la pandemia nos hizo ver como la verdadera plaga del planeta?
Al final, lo único cierto, es que tendremos mucho para leer, y que, al margen del formato, lo que importa es la calidad y el rigor académicos de nuestros libros y revistas. Lo que importa, realmente, es que nuestras palabras lleguen a suscitar nuevas reflexiones y abran nuevos horizontes de comprensión del mundo.